lunes, 4 de mayo de 2009

Mi final feliz.

A veces es difícil aceptar que la historia no es como te la habían contado. Tal vez no es ni como la imaginaste. En tu final feliz, el príncipe se largó a caballo antes de probar el zapato y el beso te lo daba la princesa o simplemente te quedaste con el sapo. Quizá mordí demasiadas manzanas en mal estado o me pinché el dedo con la aguja del conformismo que me mantuvo dormida durante veinte años. Necesitaba despertar, componer nuevas notas para el gran baile que es la vida, cansada de danzar siempre el mismo vals con algún que otro alguien pisándome los pies o bailándome el agua. Quería sentir de verdad; no por comodidad. Volar dirección nunca jamás a sentirme sola entre la gente. Hablar entre miradas a media luz, en un banco del parque. Aparcar el miedo en alguna estación y empezar a andar. Iluminarme el día con una sonrisa. En mi cuento no hay él, está ella. Una mujer. Mi final feliz.

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