Relajarte es sólo soñar deprisa. Y a mi me gustas despacio, en pequeñas dosis, en pequeños frascos.
Descomponerte en moléculas de polvo, soplarte y esparcirte sobre el mar que moja mis pies cansados sobre la arena. Voy dejando pequeñas porciones de tu sonrisa en huellas que reseguirán muchos y en otras que desaparecerán mañana al llover. Te evaporaras junto a la sal depositada por las olas paseantes con los primeros rayos de sol y sin más serás nube. Recogerás lágrimas, excesivas abarrotadas de dolor y en nimiedad rebosantes de alegría. Una vez colmada de sentimientos llorarás completando ríos que menguarán emigrando por pequeños conductos hacia millones de hogares. Evitando mudar tu piel nómada te deslizarás por infinitos dedos escapando de manos que querrán acapararte durante unos instantes pero para las cuales minutos después carecerás de importancia. Serás simplemente agua. Llenaré la bañera para que abraces mi cuerpo cómo solías hacerlo antes y en lugar de mi reflejo inexistente encontraré de nuevo tu mirada. Dejaré que me rasgues el alma con el rabillo de tu ojo mientras me sumerjo en la inmensidad de echarte de menos. Recojo un poco de tu tacto llenando una pecera y compro un pez negro apodado Miedo. Ahora eres casa. Miedo nada tranquilo, seguro, despreocupado, cuidado, querido. Miedo no tiene miedo. Miedo son simplemente cinco letras, las mismas que feliz.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario