martes, 26 de noviembre de 2013

Respuestas IV

Lo prometo,lo juro; lo intenté. Intenté poner un punto al final del primer beso. Nervioso, tembloroso, suave, olvidado, extraño, rencontrado. Intenté parar de besarte. Intenté saltarme el semáforo en rojo de tus labios.. lo intenté pero no pude. Lo juro. Intenté poner un punto al final de cada caricia. Las mismas manos bañadas de un nuevo tacto. La misma piel cubierta de suavidad extrema. Las mismas pecas y más de nuevas adornando tu cuerpo. Intenté alejar mis manos de tus curvas pero no tenia frenos. Lo juro. Intenté poner un punto al final de cada mirada. La misma mirada ahora diferente; pícara, a ratos inocente. Intenté dejar de mirarte pero me endulzó la miel de tus ojos. Lo juro. Intenté poner un punto al final de cada respiración. Intenté inundarme de música. Intenté desconectar. Intenté desprenderme de tu indescriptible sonrisa. Intenté no suspirar, intenté no respirar, pero tuve que soplarte. Lo juro. Intenté poner un punto al final de cada noche. Intenté cerrar los ojos. Intenté dejar de verte. Intenté no pensarte. Intenté no echarte ni un poco de menos pero empecé a soñar-te. Lo juro. Intenté que lo negro fuera negro, pero siempre amanece a tu lado. Amanece porqué eres luz. Nunca has dejado de serlo. Lo prometo, lo juro; lo intenté.

Respuesta III.

A modo de réplica déjame escoger de la imprecisión de las palabras el sentido banal de cada una de las letras que carecen de significado para quién no conoce como suenan puestas en tu boca. Boca que busca y no besa hasta que inquiero, rozando el límite en un desorbitado espacio que aún pareciendo insignificante, cruza océanos de agua destilada que, desprendida por la misma lengua, carece del sabor que podía tener minutos antes de que el planeta decidiera dejar de girar. Decidiera sencillamente desaparecer. De rojo vistes tu campo magnético de seducción y mi mente incoherente, precoz, piensa desprendida de ropa mientras tu aún sigues llevando pantalones. A veces olvido que las reglas del juego no son así, que no soy yo la que descose costuras. Tienes el don de parecer no querer y yo la debilidad insustancial de caer. Saber que el cielo no se alcanza subiendo escaleras sino bajando peldaños me permite desarmarme en tus manos. A pesar de los dos cerrojos de la puerta, tu tienes la llaves, una para cada pierna. A tientas resigues rasgando las medias el camino que puedes peregrinar en silencio o bailar al son de un puta que suena a las cuatro estaciones de Vivaldi. Siento frío, calor, brisa en suspiros, huracanes en gemidos. Tus dedos, ahora péndulos, marcan el compás a su antojo volviendo al tiempo loco, convirtiéndome en esclava de tus movimientos. Me adivinas con solo respirar. Sabes como abatirme, como dejarme exhausta y aún así querer más. El ochenta por cien del cuerpo es agua. De mí te bebes la mitad, la otra se pierde por extremidades recorriendo a su antojo, dibujando ríos, estancando lagos. Suena difícil sobrevivir cuando absorbes de mi lo más vital. No me queda otra que colgarme de tu cintura y hacer que tu también te fundas. Ser las dos agua y hacer que contigo, sea siempre la última noche anterior al primer día. Matémonos, te lo suplico. Me permito cambiar la realidad cuando aún sabiendo que no existes, te invento a cada despertar.

Respuesta II.

Apago la colilla y relajo los brazos. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que mi habitación ha vuelto a aparecer; escucho el rumor de la calle y pienso que ya es hora de regresar, que estás ahí y no me dado cuenta absorta en mis pensamientos. Me siento a tu lado. Mírame. La breve urgencia de tu escote me hace realizar un gesto casi imperceptible. Casi automático. Entablo una conversación y dejo correr los minutos. Los cafés y los cigarrillos vienen solos. Sonríeme y no dejes de preguntarme cosas. No quiero contar los segundos, a veces hablar también es una necesidad. Te observo con atención y me divierten tus maneras, tus gestos. Sublimes. Ruégame que no me vaya cuando me levante de la mesa, en broma, aunque el brillo de tus ojos me permita adivinar otra cosa. Cuando regreses a casa detente un momento para pensar en mi, estoy más simpática, más dulce, no sé, siéntate y dedícame un escrito. Piensa que soy de esas que se emocionan con un poema y flores inesperadas. Que tus labios sean la sanción para cuando cometa el error más grande del mundo y no sepa como enmendarlo. Con los días vuelve a encontrarme y en conversaciones casuales refuerza lo que sea que nos va uniendo a ti, a mí; a nosotras. Percátate de lo que busco, que me agradan tus discusiones, tu ingenio, tu genio. Tú. Hazme saber que el desencanto que te produce mi poco entusiasta respuesta a alguna de tus preguntas lastime en algo tu orgullo. Piensa en mí, en mis andares torpes y en algo que no sepas muy bien todavía qué es. Deja que el tiempo grabe mi imagen en tu memoria, que el cincel constante de tu imaginación desbaste cada una de mis imperfecciones, así como tú elaboras con cuidado cada texto. Compárame. Sorpréndete pensándome y que eso aumente tus ganas de verme. Encuéntrame un día en cualquier lado y no dejes pasar la oportunidad. Acomódate a mi lado agradeciéndole a quien sea el momento. Responde con ingenio a mis preguntas. Disimula al verme y descúbreme absorta en la nada. Que la silueta de mi rostro iluminado por una vela y mis labios entreabiertos le cedan el paso a lo que querrás calificar de ternura y que no es otra cosa que la telaraña brutal de la circunstancia. Túrbate cuando te sonrío al pillarte mirándome con cara de idiota. Arrástrame a un café simpático. Pregunta por mis gustos de modo descuidado, encuentra coincidencias, pero sobre todo no dejes de mirarme. Busca atrapar cada uno de mis gestos. Que mi estudiada ingenuidad te emocione, sea miel para tu autoestima mi interés por lo que escribes. Deja que tu semblante inerme y dulce me duela siquiera un instante. Ruégame que no me vaya, remedando tu gesto de la primera vez, y ante mi sonrisa volvamos a casa que ya es tarde. Que mi beso te emocione con un temblor casi imperceptible, casi ridículo. Ahora soy dulce y traviesa y te sonrío detrás de mis cabellos, el gesto exacto para desarmarte. Explícame que sientes, que tu semblante palidezca y que el vértigo que vas a sentir sea casi visible y no sepas cómo esconderlo. Las coincidencias son posibles pero es que la historia que te estoy contando es la misma que escribí anoche donde nos adivinamos buscándonos. Esto es la fuerza del destino u otra tontería semejante. Hazme andar, tú mueves mis hilos.

Colores.

Terapia alternativa es medicina para quién es vencido por la timidez que le inunda el cuerpo por falta de confianza en sí mismo. Dando los pasos justos para no cometer la imprudencia de dar uno en falso y lamentarse de ello el resto de lo que dura un segundo. Prefiero andar, tropezar, levantarme, levitar. Robarte el beso que luego me das. Quedarme con la parte del día en que no siento miedo, la que me lanza al vacío. Sin frenos, sin alas, por mis ganas. Robarle el calor al frío con un abrazo. Mirarte hasta que se ponga el sol y verte dormir al alba. Llenarte los días de flores. La vida de colores. Los caminos de direcciones. Los sueños de intermitentes. Las huellas de recuerdos. Las horas de pasiones. Las miradas de sentimiento y el corazón de prudencia. Chocolate con fresas. Nata. Si quieres nueces. Horas dulces en tus manos, entre sábanas. Momentos de azúcar en tus labios. Instantes de sol en tu mirada. Definir la falta de definición. Absorción. Escribir, describir. Que decir? Tienes los pies fríos.

Fin de la cita.

Gotas de agua deslizando mi espalda se funden al golpear con tu piel incandescente. Tu cuerpo bañado en oro sin haber probado sol arde pero no prende. Diosa sentada en cama ajena, mecenas entre sábanas de seda. El amarre de tus manos en puerto de mi cintura provoca oleaje, el vaivén de tus caderas vendaval en tifones, huracanes. No hay más espacio mío que el inexistente entre dos cuerpos fundidos. Conocimiento en tus dedos de pudor desprendidos en lugar recóndito buscan perdidos el punto donde se esconden los secretos, donde nacen los gemidos. Círculos de delirio, frenesí, vehemencia inexplicable en ciencia lo que me haces sentir. Pierdo la cordura cuando al son de la lujuria bailas para mi.

Tuya, suya. Nuestra.

Guardadas en la retaguardia dos pistolas de calibre seis. Desenfundadas, cargadas y preparadas para disparar balas en cualquier momento, hacia cualquier dirección. Las manos en el bolsillo, mirada desafiante. Palpo algo sólido entre hilos descosidos. Un trozo de papel duro, rosado y roto. Lo sostengo unos instantes antes de tirarlo al contenedor. Es tu punto de libro. En él, horas antes habías escrito un te amo permanente. Que efímeras las palabras, que inoportuna la felicidad. Enciendo un cigarrillo en la esquina de un callejón, hace viento. Un aire frío, impetuoso que me hace llorar. De pronto me descubro en un mar de lágrimas. Pienso, pienso y justo estaba andando sin rumbo para no hacerlo. Que hago si el cielo cae fundiendome el corazón. Que me digo para calmar la ansiedad, para que desaparezca este dolor. Como paro de pensarte en sueños si despierta se niega la razón. Como descalzo la suma de uno más uno son dos. No pido compasión. No quiero abrazos ajenos que la fuerza la saco yo. Durante mi vida he tomado diferentes caminos. No siempre el más fácil te hace más feliz ni tan siquiera el más difícil te hace serlo menos. Supongo que la felicidad depende de que no escojas, simplemente que suceda, así, de repente, sin que te des ni cuenta. Y un día, uno cualquiera, te sorprendes a ti misma sonriendo, con ganas, con ilusión, con firmeza. Ese día no importa si estás sola o acompañas tu café con otro sujetado en otras manos. No importa y no importa porqué eres feliz contigo misma y sabes que vas a serlo con quién comparta su felicidad, suya, contigo.

Respuesta.

Vestirte a ti misma de luto cuando andas entre corrientes de gente vital,alimenta la ira que no permite atrapar esa energía que en sí es retroactiva,deambulando por paisajes desolados que en verdad contienen sonrisas que tapan tus muros, impuestos por una contención de sentimientos que ahogan, que no dejan ver. Y así, ciega no aprecias que el tiempo siempre suma y que las horas vencidas ya no vuelven. Como peonza que no anda, dando vueltas sobre sí misma en un circulo cerrado, removiendo lo inerte, arruinando la esperanza que un día fue pudiente convirtiéndola en precisamente nada. Abrázate, abrígate de calor que el dolor de las penas resfría. Quiérete, no dejes que la duda impregne lo grande que eres. Miráte, de lo bonito tu eres lo bello. Cierro los ojos y puedo verte. Sólo deseo no tener que cerrarlos para encontrarte. Échate de menos un poco más de lo que te echamos los demás. Te quiero, sin mucho.